En un mundo utópico, las bibliotecas y archivos deberían disponen de medios suficientes para poder desarrollar las actividades relacionadas con la conservación de sus fondos. Sin embargo, son casos contados los que disponen de algún recurso y muchos menos los que saben cómo hacer un uso adecuado de ellos. La falta de personal, las dificultades económicas y los escasos cauces de información hacen de la conservación una tarea difícil de acometer.

Hoy en día es fácil acceder a una enorme cantidad de productos de gran calidad, a informaciones y distribuidores de materiales de conservación y es relativamente sencillo solventar dudas en los foros profesionales de la red. Como en otros ámbitos, Internet ha paliado en gran medida la falta de información, pero por otra parte, ha contribuido a crear una conservación basada en panaceas, “recetas” y en la restauración que cada vez crea mayor distancia entre las necesidades cotidianas y las posibilidades de trabajo.

Entender el deterioro, saber qué es importante, cómo y cuándo debemos actuar o contratar los servicios de una empresa especializada son algunas de las innumerables decisiones que debemos tomar en materia de conservación. Hacerlo adecuadamente asegurará la sostenibilidad de nuestra política de conservación.